EVANGELIO DEL DÍA:
Lc 9,18-22: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:
-¿Quién dice la gente que soy yo?
Ellos contestaron:
-Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
El les preguntó:
-Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Pedro tomó la palabra y dijo:
-El Mesías de Dios.
El les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió:
-El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados, ser ejecutado y resucitar al tercer día.
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
Hace pocos días, concretamente el domingo -de la XXIV del tiempo ordinario- nos encontrábamos con la confesión del apóstol Pedro, con el sondeo sobre la opinión de la gente tiene de Jesús y la opinión de sus discípulos, y el anuncio de la pasión. En el evangelio de Marcos, hoy, la narración es de S. Lucas, y aporta peculiaridades: la primera, “Una vez que Jesús estaba orando…”, siempre alude a la oración en los momentos importantes de la vida de Jesús. Suprime la corrección realizada a Pedro por oponerse al proyecto de Dios de un mesías suficiente.
Para las pistas de meditación acudo a la catequesis realizada en el Ángelus , del 13 de septiembre del 2009, por el Papa Emérito, Benedicto XVI, nos invitaba: “[…] la Palabra de Dios nos interpela con dos cuestiones cruciales que resumiría así: «¿Quién es para ti Jesús de Nazaret?». Y a continuación: «¿Tu fe se traduce en obras o no?». El primer interrogante lo encontramos en el Evangelio de hoy, cuando Jesús pregunta a sus discípulos: «Vosotros, ¿quién decís que soy yo?». La respuesta de Pedro es clara e inmediata: «Tú eres el Cristo», esto es, el Mesías, el consagrado de Dios enviado a salvar a su pueblo. Así pues, Pedro y los demás Apóstoles, a diferencia de la mayor parte de la gente, creen que Jesús no es sólo un gran maestro o un profeta, sino mucho más. Tienen fe: creen que en él está presente y actúa Dios. […] no basta creer que él es Dios, sino que, impulsados por la caridad, es necesario seguirlo por su mismo camino, el de la cruz (cf. Mc 8, 31-33). Jesús no vino a enseñarnos una filosofía, sino a mostrarnos una senda; más aún, la senda que conduce a la vida.
Esta senda es el amor, que es la expresión de la verdadera fe. Si uno ama al prójimo con corazón puro y generoso, quiere decir que conoce verdaderamente a Dios. En cambio, si alguien dice que tiene fe, pero no ama a los hermanos, no es un verdadero creyente. Dios no habita en él. Lo afirma claramente Santiago en la segunda lectura de la misa de este domingo: «La fe, si no tiene obras, está realmente muerta». Al respecto me agrada citar un escrito de san Juan Crisóstomo, […] Justamente comentando el pasaje citado de la carta de Santiago, escribe: «Uno puede incluso tener una recta fe en el Padre y en el Hijo, como en el Espíritu Santo, pero si carece de una vida recta, su fe no le servirá para la salvación. Así que cuando lees en el Evangelio: «Esta es la vida eterna: que te conozcan ti, el único Dios verdadero», no pienses que este versículo basta para salvarnos: se necesitan una vida y un comportamiento purísimos”.
“En el Evangelio que hemos escuchado, vemos representados como dos modos distintos de conocer a Cristo. El primero consistiría en un conocimiento externo, caracterizado por la opinión corriente. […] Pero la fe es un don de Dios.[…] La fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo. […] También hoy Cristo se dirige a vosotros con la misma pregunta que hizo a los apóstoles: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Respondedle con generosidad y valentía, como corresponde a un corazón joven como el vuestro. Decidle: Jesús, yo sé que Tú eres el Hijo de Dios que has dado tu vida por mí. Quiero seguirte con fidelidad y dejarme guiar por tu palabra. Tú me conoces y me amas. Yo me fío de ti y pongo mi vida entera en tus manos. Quiero que seas la fuerza que me sostenga, la alegría que nunca me abandone.[…] De esta amistad con Jesús nacerá también el impulso que lleva a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allí donde hay rechazo o indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe. El mundo necesita el testimonio de vuestra fe, necesita ciertamente a Dios.” (P.Benedicto XVI, Homilia, Jornada Mundial Juventud, 21 agosto 2011).
Que tengas un buen día.
Jesús Aguilar Mondéjar (Chechu), sacerdote.