Mt 13, 44-46: El reino de los cielos se parece…

El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra.
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
La liturgia del domingo pasado nos proponía este mismo pasaje evangélico y en tan poco espacio de tiempo  se nos vuelve a proponer, es ir a lo fundamental y se nos recuerda  que nuestro tesoro es Cristo, la alegría que produce que solo Él nos aporta y que nos lleva a tener otra escala de valores, la experiencia de S. Pablo lo recoge muy bien: “Todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo”. Quien ha tenido la experiencia que Dios le ama, se da cuenta que la vida en su amor y corresponder a tanto amor, es lo que merece la pena vivirse. El creyente no vive como renuncia todo lo que debe dejar para el seguimiento, ni siquiera lo siente así – de eso tienen mucha experiencia los enamorados, “quieren estar con el amado” no se plantean que deben dejar otras cosas- es mayor lo que recibe, solo desea  agradar al amado, podemos entender las confesiones de los santos:  solo quiere vivir en Cristo y para Cristo.
Comparto para nuestra meditación la catequesis dada por el Papa Francisco este fin de semana, en el ángelus del 30 de julio de 2023: “Hoy el Evangelio narra la parábola de un comerciante en busca de perlas preciosas. Él, dice Jesús, «encontró una perla de gran valor, fue, vendió todos sus bienes y la compró». Detengámonos un poco en los gestos de este comerciante, que primero busca, luego encuentra y finalmente compra.
Primer gesto: buscar. Es un comerciante emprendedor, que no se queda quieto, sino que sale de su casa y se pone a buscar perlas preciosas. No dice: «Me conformo con las que ya tengo», sino que busca otras más bellas. Y esto nos invita a no encerrarnos en la costumbre, en la mediocridad de los que se conforman, sino a reavivar el deseo, para que el deseo de buscar, de seguir adelante no se extinga, a cultivar los sueños de bien, a buscar la novedad del Señor, porque el Señor no es repetitivo, siempre trae novedad, la novedad del Espíritu, siempre hace nuevas las realidades de la vida. Y nosotros debemos tener esta actitud: buscar.
El segundo gesto del comerciante es encontrar. Es una persona prudente, que «tiene ojo» y sabe reconocer una perla de gran valor. No es fácil. Pensemos, por ejemplo, en los fascinantes bazares orientales, donde los bancos, llenos de mercancías, se sitúan a lo largo de las paredes de las calles abarrotadas de gente; o en algunos de los puestos que se ven en muchas ciudades, llenos de libros y objetos diversos. A veces, en estos mercados, si uno se detiene a mirar bien, puede descubrir tesoros: cosas muy valiosas, volúmenes raros que, mezclados con todo lo demás, uno no advierte a primera vista. Pero el mercader de la parábola tiene buen ojo y sabe encontrar, sabe «discernir» para encontrar la perla. Esto también es un aprendizaje para nosotros: cada día, en casa, en la calle, en el trabajo, de vacaciones, tenemos la oportunidad de vislumbrar el bien. Y es importante saber encontrar lo que vale: entrenarnos para reconocer las gemas preciosas de la vida y distinguirlas de las baratijas. ¡No desperdiciemos el tiempo y la libertad en cosas triviales, pasatiempos que nos dejan vacíos por dentro, mientras la vida nos ofrece cada día la perla preciosa del encuentro con Dios y con los demás! Es necesario saber reconocerla: discernir para encontrarla.
Y el último gesto del comerciante: compra la perla. Al darse cuenta de su inmenso valor, vende todo, sacrifica todos sus bienes para tenerla. Cambia radicalmente el inventario de su almacén; no queda nada más que esa perla: es su única riqueza, el sentido de su presente y de su futuro. Esto también es una invitación para nosotros. Pero, ¿cuál es esa perla por la que se puede renunciar a todo, de la que nos habla el Señor? Esta perla es Él mismo, es el Señor! Buscar al Señor y encontrar al Señor, encontrar al Señor, vivir con el Señor. La perla es Jesús: Él es la perla preciosa de la vida, que hay que buscar, encontrar y hacer propia. Merece la pena invertirlo todo en Él, porque, cuando uno encuentra a Cristo, la vida cambia. Si te encuentras con Cristo, te cambia la vida.
[…] Que María nos ayude a buscar, encontrar y abrazar a Jesús con todo nuestro ser.”
Hoy celebramos una advocación de Ntra. Sra. la Santísima Virgen María, bajo el titulo de los Ángeles. María es Reina de los ángeles y de los santos. Muy unida a S. Francisco esta advocación, donde consagro “la Porciuncula” en honor a Santa María de los Ángeles puesto que, según la tradición, allí era frecuente escuchar los cantos de los ángeles. Francisco le pidió al Papa una indulgencia para el aniversario de la consagración. Esta indulgencia ha llegado hasta nuestros días, donde se celebra “el perdón de Asis”.
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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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