Mt. 16,24-28: Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga

Entonces dijo a los discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta. En verdad os digo que algunos de los aquí presentes no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre en su reino».
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
En el Evangelio de hoy nos presenta los pasos necesarios del discípulo en el camino del seguimiento. “Como a los discípulos, también a nosotros Jesús nos dirige la invitación: «El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. El cristiano sigue al Señor cuando acepta con amor la propia cruz, que a los ojos del mundo parece un fracaso y una «pérdida de la vida», sabiendo que no la lleva solo, sino con Jesús, compartiendo su mismo camino de entrega.” (P. Benedicto XVI, Ángelus 28 de agosto de 2011).
«quien pierda la propia vida [por Cristo], la salvará». Es un perder para ganar.El Señor no nos deja solos en nuestro ofrecimiento, en nuestra entrega, en nuestro amor a Él que lleva a decir a S. Pablo todo lo demás lo considero basura con tal de ganar a Cristo. La entrega hasta dar la vida por amor, por amor a Él. Solo se puede entender en el alma enamorada, que todo es acogido desde el amor y la misericordia que nos salva. Se nos invita al desprendimiento, a morir a nuestro ego, a salir de nosotros mismos, para abrazar a quien tanto nos ama, acoger su amor, y estar dispuesto a sufrir por amor, abrir los brazos para acoger y ayudar a los demás.
Celebramos hoy a Santa Clara, -memoria obligatoria-, acudo a la catequesis dada por el Papa Benedicto XVI, en la Audiencia  General del 15 de septiembre de 2010 que la dedicó a Santa Clara y nos puede acercar a ver la obra de Dios en ella:  “¿Quién era Clara de Asís? Para responder a esta pregunta contamos con fuentes seguras […] contiene los testimonios de quienes vivieron a su lado durante mucho tiempo.
Clara nació en 1193, en el seno de una familia aristocrática y rica. Renunció a la nobleza y a la riqueza para vivir humilde y pobre, adoptando la forma de vida que proponía Francisco de Asís. Aunque sus parientes, como sucedía entonces, estaban proyectando un matrimonio con algún personaje de relieve, Clara, a los 18 años, con un gesto audaz inspirado por el profundo deseo de seguir a Cristo y por la admiración por Francisco, dejó su casa paterna y, en compañía de una amiga suya, Bona de Guelfuccio, se unió en secreto a los Frailes Menores en la pequeña iglesia de la Porciúncula. Era la noche del domingo de Ramos de 1211. En la conmoción general, se realizó un gesto altamente simbólico: mientras sus compañeros empuñaban antorchas encendidas, Francisco le cortó su cabello y Clara se vistió con un burdo hábito penitencial. Desde ese momento se había convertido en virgen esposa de Cristo, humilde y pobre, y se consagraba totalmente a él […]
Después de pasar algunos meses en otras comunidades monásticas, resistiendo a las presiones de sus familiares, que inicialmente no aprobaron su elección, Clara se estableció con sus primeras compañeras en la iglesia de san Damián, donde los frailes menores habían arreglado un pequeño convento para ellas. En aquel monasterio vivió más de cuarenta años, hasta su muerte, acontecida en 1253.
[…] Conviene recordar que Clara fue la primera mujer en la historia de la Iglesia que compuso una Regla escrita, sometida a la aprobación del Papa, para que el carisma de Francisco de Asís se conservara en todas las comunidades femeninas que ya se iban fundando en gran número en su tiempo y que deseaban inspirarse en el ejemplo de Francisco y de Clara.
[…] Su fe en la presencia real de la Eucaristía era tan grande que, en dos ocasiones, se verificó un hecho prodigioso. Sólo con la ostensión del Santísimo Sacramento, alejó a los soldados mercenarios sarracenos, que estaban a punto de atacar el convento de san Damián y de devastar la ciudad de Asís.
[…] son los santos quienes cambian el mundo a mejor, lo transforman de modo duradero, introduciendo las energías que sólo el amor inspirado por el Evangelio puede suscitar. Los santos son los grandes bienhechores de la humanidad.
[…] Agradeciendo a Dios que nos da a los santos que hablan a nuestro corazón y nos ofrecen un ejemplo de vida cristiana a imitar”.
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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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