Mt 25,1-13: El reino de los cielos se parece a diez vírgenes

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: 
«El reino de los cielos se parece a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. 
Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. 
Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. 
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. 
A medianoche se oyó una voz: 
“¡Que llega el esposo, salid a su encuentro!”. 
Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas. 
Y las necias dijeron a las prudentes: 
“Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”. 
Pero las prudentes contestaron: 
“Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”. 
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. 
Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo: 
“Señor, señor, ábrenos”. 
Pero él respondió: 
“En verdad os digo que no os conozco”. 
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN: 
El Evangelio de hoy nos presenta la parábola de las diez vírgenes.  Para nuestra meditación e iluminación de ellos me apoyo en dos textos de nuestros Papas dónde comentan este pasaje evangélico.
En la Audiencia General,  del 24 de abril de 2013, el P. Francisco nos presenta: “la parábola de las diez vírgenes. Se trata de diez jóvenes que esperan la llegada del Esposo, pero él tarda y ellas se duermen. Ante el anuncio improviso de que el Esposo está llegando todas se preparan a recibirle, pero mientras cinco de ellas, prudentes, tienen aceite para alimentar sus lámparas; las otras, necias, se quedan con las lámparas apagadas porque no tienen aceite; y mientras lo buscan, llega el Esposo y las vírgenes necias encuentran cerrada la puerta que introduce en la fiesta nupcial. Llaman con insistencia, pero ya es demasiado tarde; el Esposo responde: no os conozco. El Esposo es el Señor y el tiempo de espera de su llegada es el tiempo que Él nos da, a todos nosotros, con misericordia y paciencia, antes de su venida final; es un tiempo de vigilancia; tiempo en el que debemos tener encendidas las lámparas de la fe, de la esperanza y de la caridad; tiempo de tener abierto el corazón al bien, a la belleza y a la verdad; tiempo para vivir según Dios, pues no sabemos ni el día ni la hora del retorno de Cristo. Lo que se nos pide es que estemos preparados al encuentro —preparados para un encuentro, un encuentro bello, el encuentro con Jesús—, que significa saber ver los signos de su presencia, tener viva nuestra fe, con la oración, con los Sacramentos, estar vigilantes para no adormecernos, para no olvidarnos de Dios.”
Y nos puede ayudar la aportación del Papa Benedicto XVI comentando este pasaje evangélico donde nos explica el significado del “aceite”: “El Evangelio de hoy es una célebre parábola, que habla de diez muchachas invitadas a una fiesta de bodas, símbolo del reino de los cielos, de la vida eterna. Es una imagen feliz, con la que sin embargo Jesús enseña una verdad que nos hace reflexionar; de hecho, de aquellas diez muchachas, cinco entran en la fiesta, porque, a la llegada del esposo, tienen aceite para encender sus lámparas; mientras que las otras cinco se quedan fuera, porque, necias, no han llevado aceite. ¿Qué representa este «aceite», indispensable para ser admitidos al banquete nupcial? San Agustín y otros autores antiguos leen en él un símbolo del amor, que no se puede comprar, sino que se recibe como don, se conserva en lo más íntimo y se practica en las obras. Aprovechar la vida mortal para realizar obras de misericordia es verdadera sabiduría, porque, después de la muerte, eso ya no será posible. Cuando nos despierten para el juicio final, este se realizará según el amor practicado en la vida terrena. Y este amor es don de Cristo, derramado en nosotros por el Espíritu Santo. Quien cree en Dios-Amor lleva en sí una esperanza invencible, como una lámpara para atravesar la noche más allá de la muerte, y llegar a la gran fiesta de la vida.”
Celebramos hoy la fiesta de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, también conocida por Edith Stein, en palabras del Santo Juan Pablo II: «una hija de Israel, que durante la persecución de los nazis ha permanecido, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía, a su pueblo «. Virgen de la Orden de Carmelitas Descalzas y mártir, judía de nacimiento y educada en la religión judia, abraza la fe católica ya siendo profesora de universidad y reconocida filósofa. Entra en las Carmelitas descalzas y muere víctima de los nazis en Aushwitz, murió en la cámara de gas, en 1942. Canonizada por Juan Pablo II el 11 de Octubre, 1998, y un año más tarde, declarada co-patrona de Europa. En palabras de San Juan Pablo II: “una hija de Israel, que durante la persecución de los nazis ha permanecido, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía, a su pueblo”.
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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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