EVANGELIO DEL DÍA: Mt 13,36-43: Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.

Trigo 2

EVANGELIO DEL DÍA:
Mt 13,36-43: Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa. Los discípulos se le acercaron a decirle:
-«Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.» Él les contestó:
-«El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.»

PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:

En el Evangelio de hoy tenemos la gran dicha que sea el mismo Señor quien nos explique el significado de la parábola, siempre estaremos agradecido a los discípulos por su petición: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.». Dicha petición nos ha entregado la explicación dada por Ntro. Señor. Esta parábola nos hace ver la existencia del mal, no nos corresponde a nosotros el juzgar, sin embargo, tenemos mucho que aprender de la paciencia de Dios, que Dios sigue dándonos oportunidad para cambiar, que confía en que el mal no tiene la última palabra, que sigue esperando, que tiene que reinar en todos, que Él sigue llevando su obra, que necesitamos aprender a amar como somos amados por Él, que sigue siendo una obra de misericordia aceptar los defectos de nuestros prójimos, que esas mismas limitaciones de los que nos rodean se nos brinda para tener una oportunidad para dar lo mejor de nosotros mismos, para dejarnos podar, y que Dios obre en nosotros capacitándonos a amar lo que humanamente no nos atrae.

El Papa Francisco en el ángelus del 20 de julio de 2014 profundiza sobre la parábola evangélica del trigo y la cizaña: “en esta parábola afronta el problema del mal en el mundo y pone de relieve la paciencia de Dios. La escena tiene lugar en un campo donde el dueño siembra el trigo; pero una noche llega el enemigo y siembra la cizaña, término que en hebreo deriva de la misma raíz del nombre «Satanás» y remite al concepto de división. Todos sabemos que el demonio es un «sembrador de cizaña», aquel que siempre busca dividir a las personas, las familias, las naciones y los pueblos. Los servidores quisieran quitar inmediatamente la hierba mala, pero el dueño lo impide con esta motivación: «No, que al recoger la cizaña podéis arrancar también el trigo». Porque todos sabemos que la cizaña, cuando crece, se parece mucho al trigo, y allí está el peligro que se confundan.

La enseñanza de la parábola es doble. Ante todo dice que el mal que hay en el mundo no proviene de Dios, sino de su enemigo, el Maligno. Es curioso, el maligno va de noche a sembrar la cizaña, en la oscuridad, en la confusión; él va donde no hay luz para sembrar la cizaña. Este enemigo es astuto: ha sembrado el mal en medio del bien, de tal modo que es imposible a nosotros hombres separarlos claramente; pero Dios, al final, podrá hacerlo.

Y aquí pasamos al segundo tema: la contraposición entre la impaciencia de los servidores y la paciente espera del propietario del campo, que representa a Dios. Nosotros a veces tenemos una gran prisa por juzgar, clasificar, […] Dios en cambio sabe esperar. Él mira el «campo» de la vida de cada persona con paciencia y misericordia: ve mucho mejor que nosotros la suciedad y el mal, pero ve también los brotes de bien y espera con confianza que maduren. Dios es paciente, sabe esperar. Qué hermoso es esto: nuestro Dios es un padre paciente, que nos espera siempre y nos espera con el corazón en la mano para acogernos, para perdonarnos. Él nos perdona siempre si vamos a Él.

La actitud del propietario es la actitud de la esperanza fundada en la certeza de que el mal no tiene ni la primera ni la última palabra. […] la paciencia evangélica no es indiferencia al mal; no se puede crear confusión entre bien y mal. Ante la cizaña presente en el mundo, el discípulo del Señor está llamado a imitar la paciencia de Dios, alimentar la esperanza con el apoyo de una firme confianza en la victoria final del bien, es decir de Dios.

Al final, en efecto, el mal será quitado y eliminado: en el tiempo de la cosecha, es decir del juicio, […] Al final todos seremos juzgados con la misma medida con la cual hemos juzgado: la misericordia que hemos usado hacia los demás será usada también con nosotros. Pidamos a la Virgen, nuestra Madre, que nos ayude a crecer en paciencia, esperanza y misericordia con todos los hermanos.”

Que tengas un buen día.
Jesús Aguilar Mondéjar (Chechu), sacerdote.

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Jesús Aguilar Mondéjar

Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Cartagena.

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