Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del mar y lo siguió una gran muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacía, acudía mucha gente de Judea, Jerusalén, Idumea, Transjordania y cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca, no lo fuera a estrujar el gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Los espíritus inmundos, cuando lo veían, se postraban ante él y gritaban: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer.
PISTAS PARA LA MEDITACIÓN:
El Evangelio de hoy nos presenta que el Señor era seguido por una muchedumbre y que todos los que padecían de algún mal lo buscaban y deseaban poder tocarlo. Incluso afirma que eran tantos los que lo seguían que estaban a punto de aplastarlo. Cristo sigue siendo la respuesta definitiva y completa a nuestros más profundos anhelos y aspiraciones, a nuestra hambre de felicidad. Sólo Cristo tiene palabras de vida eterna. Sólo Cristo es nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. He ahí nuestra misión: dar a conocer a Cristo. Predicar a Cristo.
El Papa Francisco en la misa matutina de Santa Marta el 16 de abril de 2018 comenta este pasaje evangelico: “porque Jesús hacía milagros: también, lo seguían para ser sanados, para tener alguna visión nueva de la vida».[…] «lo importante no son los milagros; lo importante es la Palabra de Dios, es la fe». […] ¿Por qué esta búsqueda insistente? También para escuchar a Jesús, pero sobre todo «por interés». De hecho, llega enseguida el reproche del Señor: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque habéis comido de ese pan y os habéis saciado».[…]«Cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿pero cómo sigo yo a Jesús? ¿Y cómo sé, cómo puedo saber si sigo bien a Jesús o si soy interesado?». […] «nosotros podemos preguntarnos: ¿qué ha hecho Jesús por mí?», pensando sobre todo y concretamente en nuestra vida. Entonces «encontraremos muchas cosas grandes que Jesús nos ha dado gratuitamente, porque nos ama: a cada uno de nosotros».[…] «Una vez que yo veo las cosas que Jesús ha hecho por mí, me hago la segunda pregunta: y yo, ¿qué debo hacer por Jesús? Y así, con estas dos preguntas, quizá conseguimos purificarnos de todo tipo de fe interesada». […] «cuando veo todo lo que Jesús me ha dado, la generosidad del corazón va a: “¡Sí Señor, doy todo! Y no cometeré más estos errores, estos pecados”». Se podrá tomar «el camino de la conversión por amor: tú me has dado mucho amor, también yo te doy este amor».”
Imitemos a aquellas gentes de las que nos habla el evangelio: ¡busquemos a Jesús! Se ha querido quedar con nosotros, no nos ha dejado solos, “Yo estaré con vosotros siempre”. Esforcémonos para que nuestra vida pueda reflejar a Él -aunque sea un poco- y muchos se puedan encontrar con Cristo Vivo.